A 4 manos
Por ahora es una guerra comercial… ¿y si deja de serlo?
Por Jim Rickards, para El Inversor Diario
¿Qué pasa si el siguiente paso de la escalada entre Estados Unidos y China
es una guerra con armas?
Desde la década de 1930 existe una popular teoría que
defiende la existencia de una secuencia específica. Dice que las guerras de
divisas con el tiempo evolucionan en guerras comerciales y, luego, terminan en
guerras violentas.
La historia y el análisis apoyan esta teoría.
Ahora, las guerras de divisas no toman lugar todo el tiempo;
éstas ocurren bajo condiciones específicas y no terminan hasta que una de estas
dos cosas pase:
• Una reforma del sistema.
• El colapso del sistema.
Y demasiada deuda y poco crecimiento son las condiciones que
propician estas guerras de divisas.
Cuando existen estas condiciones los países devalúan su
propia divisa con el fin de generar más exportaciones y trabajos relacionados a
éstas, en un intento de arrebatarles crecimiento a sus socios comerciales.
Ahora, el problema con las guerras de divisas es que son
juegos de suma cero, o incluso negativa. Si bien es verdad que los países
pueden encontrar alivio a corto plazo devaluando sus divisas, también es cierto
que más temprano que tarde sus socios comerciales harán lo mismo para recuperar
control sobre sus propias exportaciones.
Este proceso de devaluaciones al estilo “ojo por ojo” se
impulsa a sí mismo. Esto, a su vez, propicia que nadie desarrolle crecimiento
real y que la ventaja comercial a corto plazo vaya de un lado al otro sin
parar.
Al cabo de unos años, las naciones se dan cuenta de que las
guerras de divisas son simplemente inútiles, y optan por incitar guerras
comerciales. Éstas consisten en imponer aranceles punitivos, subsidios para la
exportación y obstáculos de otros tipos para el comercio.
La dinámica aquí es idéntica a la de la guerra de divisas:
el primer país que imponga una sanción tendrá ventaja a corto plazo. Pero las
represalias no tardarán en llegar, y debido a que los socios comerciales
impondrán sus propias sanciones, aquella ventaja pronto dejará de existir.
Las guerras comerciales siempre tienen los mismos resultados
que las guerras de divisas. A la larga, la situación habrá empeorado para todos
los involucrados, no importa qué tan convincente sea la ilusión de una ventaja
a corto plazo. La deuda excesiva y el crecimiento insuficiente nunca se van.
Al final, las tensiones crecen, se forman bandos y rivales,
y una guerra violenta empieza. Lo cierto es que los enfrentamientos bélicos
suelen tener, tras de sí, una causa o conflicto económico no tan escondido.
A principios del siglo XX, la secuencia comenzó con una
guerra de divisas iniciada en la Alemania del Weimar por medio de una
hiperinflación (1921–23). Luego se propagó con una devaluación en Francia
(1925), otra en el Reino Unido (1931), una Estados Unidos (1933) y luego otra
en Francia y Reino Unido nuevamente (1936).
Mientras tanto, la ley estadounidense Hawley-Smoot (1930) y
otros aranceles y leyes similares de parte de sus socios económicos marcaron el
inicio de una guerra comercial global.
Todo esto hasta que por fin la guerra violenta comenzó:
Japón invadió Manchuria (1931), y posteriormente Beijing y el resto de China
(1937); Alemania invadió Polonia (1939) y Japón atacó Pearl Harbor (1941).
El mundo eventualmente sucumbió ante la destrucción de la
Segunda Guerra Mundial, y el sistema monetario internacional colapsó
totalmente, hasta la Conferencia de Bretton Woods.
¿Será posible que hoy en día este patrón se esté repitiendo?
Lastimosamente, parece ser que sí. La más reciente guerra de
divisas comenzó en enero de 2010 con el gobierno de Obama y sus intentos por
promover el crecimiento del país con un dólar débil. Para agosto de 2011, el
dólar había alcanzado un mínimo histórico según el índice de la Reserva
Federal.
Otra naciones respondieron, y después de 2012 el período del
“dólar bajo” fue sucedido por el período del “euro bajo” y el “yuan bajo”.
Una vez más, las guerras de divisas demostraron ser un
callejón sin salida.
Y las guerras comerciales acaban de empezar. El jueves 27 de
julio pasado el Congreso estadounidense aprobó una de las sanciones económicas
más fuertes de su historia, y se la dio a Trump. Aunque sin demasiadas ganas,
Trump la firmó.
Su opinión, de todas maneras, no era importante en esta
oportunidad; el Congreso y el Senado aprobaron las sanciones con mayorías
inmunes al veto. Así que aunque el Presiente intentara vetar la ley, el
Congreso lo hubiera anulado.
Las nuevas leyes dictan que ninguna compañía estadounidense
puede unirse a los esfuerzos rusos de explorar el Ártico en busca de petróleo y
gas natural. Pero las sanciones no acaban ahí: la ley también dicta que
cualquier compañía extranjera que haga negociaciones con Rusia para dicho
proyecto de exploración será expulsada de los mercados y contratos
estadounidenses.
Estas nuevas imposiciones representan un riesgo existencial
para Rusia, ya que el país tiene una importante dependencia del petróleo y el
gas natural para impulsar su economía. El país intenta controlar nuevos
descubrimientos con el fin de mantener su posición de quasi-monopolio como el
principal proveedor de energía de Europa. Asimismo, necesita la tecnología
occidental para superar los desafíos de explorar el Ártico.
En su defecto esta ley incapacita los esfuerzos de Rusia en
términos financieros y tecnológicos, y además debilita su control sobre los
mercados de energía global.
Y el país ya prometió que habrá represalias.
Pero el contraataque ruso no consistirá de sanciones
recíprocas a los Estados Unidos. Rusia ha dicho que golpeará “asimétricamente”.
Esto quiere decir que utilizará los medios en los más dominio tiene, incluyendo
ciberataques.
Así que si despiertas un día de estos sin electricidad, y
notas que los bancos y la Bolsa están cerrados, puedes agradecerle al
presidente Putin y al Congreso estadounidense por comenzar una guerra
cibernética y financiera que ninguno de los dos pudo controlar.
Mientras tanto, la anticipada guerra comercial entre Estados
Unidos y China finalmente ha comenzado. Se trata del enfrentamiento con el que
el Trump amenazó durante toda su campaña política. No obstante, cuando éste
juró como Presidente no hizo nada con respecto a las prácticas comerciales y
monetarias chinas. El mandatario no declaró a China como “manipulador de
divisas”, y no le impuso aranceles al acero y al aluminio que se vierte en los
mercados de los Estados Unidos y el mundo.
La razón por la que Trump no actuó rápidamente se debe a que
quería el apoyo del Gigante Asiático para el enfrentamiento contra el
desarrollo de armas nucleares y misiles de Corea del Norte. Si China presionaba
a Corea del Norte, entonces Estados Unidos no iría con todo contra China.
Pero China no cumplió su parte del trato. No ha hecho, y no
planea hacer, nada con respecto al comportamiento de Corea del Norte y con
esto, ahora Trump no tiene ninguna razón para contenerse. La Casa Blanca ya
comenzó a dar rienda suelta a su formidable arsenal de armas comerciales contra
China.
El gobierno de Trump ha dejado claras sus intenciones de
imponer aranceles al hierro y aluminio chino baratos, además de sancionar al
país por robo de propiedad intelectual estadounidense. Posteriormente, se
tomarán más acciones con el fin de sancionar a bancos chinos que estén ayudando
a Corea del Norte a financiar su programa de armas.
Estados Unidos tiene la habilidad de prohibirle a empresas
chinas comprar compañías estadounidenses, gracias a las revisiones por parte de
un grupo llamado el Committee on Foreign Investment in the United States
(comité de inversión extranjera en los Estados Unidos, literalmente), o CFIUS
por sus siglas en inglés. Este comité ya ha bloqueado varias negociaciones
chinas y tiene muchas más esperando su turno para revisión.
Para noviembre se espera que Estados Unidos declare a China
un manipulador de divisas, lo que comenzará otro proceso de revisión, a su vez
generando nuevas sanciones. El Gigante Asiático no se quedará de brazos
cruzados, sino que responderá con sus propias sanciones, impuestos y
prohibiciones a la inversión estadounidense en China.
Prepárate para una guerra financiera a toda fuerza entre los
Estados Unidos y China. Una guerra comercial y de divisas que será un sacudón
para los mercados globales, además de un fuerte viento en contra para el
crecimiento mundial.
Gracias a su increíble volumen de comercio, Alemania también
está en la mira de esta guerra. Para Estados Unidos el Acuerdo Transpacífico de
Cooperación Económica ya es cosa del pasado, gracias a Trump. Él mismo le
anunció a Canadá, México y a Corea del Sur que sus acuerdos y tratados necesitan
revisión.
Ninguno de estos países se quedará de brazos cruzados
mientras Estados Unidos arrasa con sus relaciones comerciales bilaterales. Las
represalias están en camino. La guerra comercial a gran escala ya ha comenzado.
El siguiente paso es una guerra violenta con Corea del
Norte, lo que inevitablemente meterá a Rusia, China, Corea del Sur y Japón en
el asunto. En otras palabras, el equivalente a la Tercera Guerra Mundial.
Como famosamente dijo Mark Twain: “La historia no se repite,
pero rima”.
Lo cierto es que los sucesos de hoy en día parecen una
repetición de lo que pasó en la década del 30.
A medida que las guerras de divisas, comerciales y violentas
se desarrollan, puedes esperar fuertes sacudidas en los mercados, sobre todo
cuando os grandes inversores comiencen a percatarse de la severidad de la
situación global.
Saludos,

Jim Rickards
PD: Cuando el Presidente Trump firme este acuerdo financiero
secreto, una inversión específica (NO HABLAMOS DEL ORO) podría dispararse por
hasta un 1.000%, creando beneficios imprevistos masivos para los inversores que
estén en el lugar correcto antes que los demás…
No solo considero que esto va a pasar… creo saber cuándo
ocurrirá.
Y es más pronto de lo que crees.
Comentarios propios de mí:
¡Muchas gracias! Es algo de lo que venía hablando hace rato.
Muy buena comparación con la situación de la década de los 30, dado que también
vivimos una Gran Depresión, sólo que Encubierta (Crisis Subprime). Como de la otra se salió al costo de
devastar Europa, de esta se saldrá al costo de devastar el sudeste asiático,
lamentablemente "NO se repite, pero rima". Gran rescate de ese gran
intelectual.
Un dato: La declaración, por parte de EE.UU., de Vietnam
como país amigo hace más de una década es el indicio clave que todos estos
movimientos tan bien descritos por Ud. NO son improvisados, sino magistralmente
efectuados para intentar contener a China.
Incluso la invasión a Afganistán tiene el mismo objetivo
estratégico, dado que tienen una frontera común.
Ya que NO puedes ganar una confrontación abierta, contén en
una red al dragón asiático. Toda la “Guerra
contra el Terror” NO es otra cosa más que la fachada para acercar tropas a la
frontera China, sin que ésta pueda reclamar.
Lo de Corea del Norte sigue ese patrón aislacionista con respecto a
China.
Pero lo que nadie dice es que los fondos de pensiones de los
explotados obreros chinos están desperdiciados en los bonos basura de la
maldita Reserva Federal de los FkM EE.UU.
Si China decide venderlos, la economía norteamericana se
vendría al suelo, porque nadie tiene ¡3 billones de dólares para pagarle a los
chinos!
En ese sentido, tal como dijo un personaje en el Padrino
III: El
dinero es como las armas, hay que saber cuándo utilizarlo. Ciertamente ese día llegará pronto. Ya he visto las bombas explotar en mis
sueños y desembarcar tropas asiáticas en las costas sudacas.
Muchas gracias, lo retransmitiré a algunas personas que
sabrán valorar su acertado diagnóstico.
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